El viernes 29 de octubre fue mi último día de trabajo. Decidí dejarlo justo una semana antes. Era un gran trabajo. Un gran trabajo con unas condiciones ridículas. Siete meses así es demasiado tiempo. Mucha gente opina que todo tiene un camino, que todo el mundo que ha llegado alto empezó por abajo. Cuando le comenté mi decisión a mis compañeros, todos me aconsejaron lo mismo: aguanta. Mi negativa a sentirme esclavizado es rotunda y llámenme iluso, soñador, idealista, o lo que quieran, pero mi sentido de la dignidad y la libertad es aun mayor que todo cuanto tengo. Aguantar solo habría sido conformarme en la mediocridad.
Ahora solo queda seguir buscando algo mejor. Siempre lo hay, aunque veces no queramos darnos cuenta de ello.
Escrito por Jesuli a las 3 de Noviembre 2004 a las 02:01 PM